El bosque de Aokigahara (El bosque de los suicidas)
- Investigaciones Ocultas
- 24 oct 2017
- 10 Min. de lectura
En el vasto mundo, hay lugares especiales, lugares marcados, lugares señalados como ambientes en donde uno jamás debe estar allí, mucho menos de noche. Dichos lugares, son zonas calientes en lo que se refiere a actividad paranormal debido a la energía negativa que hay en su seno. Uno de esos lugares se encuentra en Tokio, Japón. Se horrorizarán al saber que junto al lugar turístico por excelencia de Japón, el monte Fuji, se encuentra un lugar cargado de pesimismo y una oscuridad insondable. Y es que, a los pies del Fuji, hay un extenso bosque. Es el bosque de Aokigahara, también conocido como Jyukai (Mar de Árboles), y aunque no es tan conocido a nivel mundial como el monte Fuji, también es conocido aunque de manera sombría. Dicho bosque es frecuentado por personas que van a terminar con sus vidas. Te invito a este recorrido por El bosque de Aokigahara: el bosque de los suicidas.

No se sabe a ciencia cierta porqué las personas eligen este lugar para quitarse la vida. Desde tiempos remotos, en tiempos de hambre niños y ancianos y cualquier persona que fuera considerada una carga y una boca más que alimentar era dejada en este bosque, muriendo de inanición. No sé si esa historia ha conllevado a atraer a personas que están desequilibradas emocionalmente para terminar con sus vidas en el interior del bosque. Su fama como lugar de suicidio quizá se deba a que en 1960 se publicó la novela Nami no Tou de Seicho Matsumoto, en la que al final de la obra dos amantes se suicidan en el bosque. Además, en 1993 se publicó El completo manual del suicidio de Wataru Tsurumi, una guía para suicidarse donde recomienda este bosque como un lugar idóneo para quitarse la vida. Desde ahora advierto que las fotos que van a ver pertenecen a restos humanos encontrados en el bosque, son fotos reales y pueden herir la susceptibilidad del que los vea. Como ven, muchas personas con problemas económicos, sentimentales o de cualquier índole han venido y se han suicidado. Las dos formas más comunes que se pueden apreciar de suicidios en dicho bosque es mediante el ahorcamiento con una soga y tomando medicamentos o veneno. Es el lugar en el que más gente se ha suicidado en Japón y el segundo en el mundo, después del puente Golden Gate ubicado en San Francisco, Estados Unidos. El gobierno local declara que desde la década de 1950 se han hallado alrededor de 500 cadáveres. La causa principal de la muerte de estas personas es el suicidio. Muchos de los cadáveres tenían alrededor de 30 años de edad en el momento de la defunción. La cantidad de suicidas ha aumentado desde 1988, aumentando hasta casi 100 muertes al año. En 2002 se encontraron 78 cadáveres en el bosque, con lo que se superó el anterior récord de 1998 de 73, y en 2003 la tasa ascendió a 100 personas. Por este motivo, en los últimos años el gobierno local ha parado de dar a conocer el número de suicidios, para de alguna manera evitar asociar Aokigahara con el suicidio. La alta tasa de suicidios ha hecho que se designara a operarios para que colocasen carteles en el bosque, tanto en japonés como en inglés, con el fin de que aquellos que vayan con el propósito de suicidarse busquen ayuda. Las batidas para la búsqueda de cuerpos se lleva realizando desde 1970. Unos 300 operarios se adentran anualmente en el bosque para localizar los cadáveres que no han sido encontrados por los visitantes y guardias forestales. Incluso la policía patrulla los alrededores en busca de posibles suicidas. El turismo ha sido limitado únicamente a zonas vigiladas, y aunque no está prohibido adentrarse al bosque, se colocan numerosas señales de advertencia en varios idiomas para ayudar a las personas que piensan en suicidarse, a buscar ayuda de familiares antes de dejarlo todo. Un mito popular sobre el Aokigahara es que los yacimientos de hierro magnético que hay en el lugar hacen que las brújulas y los GPS dejen de funcionar, provocando que los viajeros se pierdan. En internet hay muchísimos foros que tratan sobre el misterio del bosque de Aokigahara pero destaca a mí parecer un relato contado en primera persona de alguien que al parecer era un turista y visitaba el bosque sin conocer su fama. He aquí el relato: Mmm… el monte Fuji, todo un icono de Japón, con su cumbre nevada y, en primavera, con ese estallido de color de los miles de almendros en flor que pintan la estampa de tonos blancos y rosados convirtiéndolo en una ilustración de cuento de hadas. A un tiro de piedra de Tokio, aprovecharemos la visita para dar un pequeño paseo por sus laderas. Ya hemos llegado. Es increíble que exista un lugar tan agreste y tan cercano a una de las ciudades más pobladas del planeta, la verdad es que toda la vasta extensión que rodea al monte Fuji está de lo más cuidada y protegida, las pocas edificaciones que se pueden encontrar respetan el entorno y pasan bastante desapercibidas. Ha sido un día duro, hemos subido hasta la cumbre del monte para disfrutar un buen rato de las vistas. Aquello es tan bonito que se nos ha ido el santo al cielo y comienza a atardecer en pleno descenso. Como somos más chulos que un ocho, para atajar decidimos tomar un sendero que partía del camino principal y como no, nos hemos perdido. Como única referencia tenemos el monte a nuestras espaldas y a lo lejos, la enorme mancha gris que es Tokio. A medida que descendemos la perspectiva hace que la ciudad vaya desapareciendo y ante nosotros solo tenemos una oscura y gigantesca zona que parece un bosque denso y tupido. Echando un vistazo hacia los lados, vemos que el bosque parece no tener fin y decidimos que probablemente nos cueste menos atravesarlo que rodearlo, por necesidad la carretera tiene que estar al otro lado del bosque y si llegamos a ella podremos seguirla hasta encontrar el parking donde dejamos aparcado nuestro Prius de alquiler. Por suerte, todavía queda un buen rato de luz y estaremos al otro lado antes de que anochezca. Encontramos un sendero que se introduce en el bosque y para allá que vamos… A los pocos pasos encontramos un curioso cartel, el que más entiende de japonés del grupo va descifrando lentamente lo que pone en él: “Tu vida es valiosa y te ha sido otorgada por tus padres. Por favor, piensa en ellos, en tus hermanos e hijos. Por favor, busca ayuda y no atravieses este lugar solo”. Vaya, no acabamos de entender muy bien el mensaje y bromeamos sobre lo mucho que les gusta aconsejar a estos japoneses. Mientras caminamos, observamos que ciertas partes del bosque están cerradas con cinta policial e incluso en algunos lugares hay carteles que prohíben el paso. Suponemos que es para la conservación del bosque, para que la gente no salga de los pequeños senderos y moleste a la fauna o ensucie más de la cuenta el paraje. Continuamos nuestro camino… Pese a las indicaciones, parece ser que la gente no es muy cuidadosa por aquí. A medida que nos vamos adentrando en el bosque nos vamos encontrando montones de desperdicios en los bordes del camino o entre los matorrales; zapatillas y todo tipo de prendas se encuentran tirados por doquier, papeles, objetos personales y, sobre todo, muchos envoltorios de medicamentos… esto es un poco raro… Ya llevamos más de media hora caminando y los ánimos comienzan a decaer, cierto nerviosismo se instala en el grupo que involuntariamente acelera el paso por momentos. Las bromas han cesado y todos caminamos en silencio observando el extraño escenario que nos rodea. El que encabeza el grupo se para de golpe y se queda observando algo a su derecha, en un pequeño claro, el resto nos acercamos con curiosidad para ver qué es lo que ha detenido sus pasos… ¡La virgen! ¡Ante nosotros están los restos de una persona! Estupefactos ante el macabro hallazgo todos tenemos la misma reacción, salir de allí cagando leches y emprendemos de nuevo el camino como alma que lleva el diablo. Mientras corremos observamos que el primer esqueleto no es el único, de reojo vamos viendo despojos de otros cuerpos humanos. Ya hemos perdido la cuenta del rato que llevamos corriendo por este tétrico lugar, alguno del grupo comienza a decir que estamos corriendo en círculos y que cree que por algún lugar hemos pasado ya en varias ocasiones. Otros dicen que no, que vamos por el lugar correcto y que no tardaremos mucho en salir de este infierno. Mientras continúa la discusión aparece ante nosotros, entre los arbustos, algo que parece una tienda de campaña o una especie de chabola montada con plásticos y cartones. Nos acercamos para ver que es, quizás en el sumun de lo macabro a alguien se le ha ocurrido pasar unos días de acampada en este lugar tan terrorífico. Cuando meto la cabeza en el interior lo que me encuentro es todavía peor que los huesos esparcidos que nos habíamos topado hasta el momento… un cuerpo medio momificado descansa en el interior entre ropas sucias y pestilentes. Tras una vomitona antológica salgo de nuevo a la carrera y el resto del grupo hace lo mismo, incluso algunos no tienen reparos en adelantarme a los pocos segundos.

La dieta a base de soja y shake de los últimos días no ayudan mucho y comienzo a sentir punzadas de dolor en los costados. Ya hace un rato que me he desprendido de las piedras volcánicas que cogí en la cima del Fuji para llevarme de recuerdo, pero aún así la mochila me pesa una tonelada. Estoy pensando en detenerme un rato a descansar cuando noto que el bosque comienza a clarear, quizás estemos ya en los lindes y decido hacer un último esfuerzo. El grupo corre desperdigado, unos delante, otros más atrás. A lo lejos parece que veo a alguien, ¡si! allá hay gente, por fin vamos a salir de este puñetero lugar. Pero al acercarme noto algo extraño, esta gente está inmóvil, ¡coño! ¡!están colgando de sogas¡¡ Ni mochila ni ostias, me desprendo de todo y corro todo lo que me permiten mis piernas y mis pulmones hasta que, por fin, consigo salir del bosque. Pálidos como lápidas, algunos compañeros esperan fuera del bosque, temblando y en silencio esperamos hasta que se reúna todo el grupo y, arrastrando los pies, emprendemos el camino por el arcén de la carretera en busca de nuestro vehículo. Esta noche vamos a necesitar unas cuantas botellas de licor para recuperarnos de nuestro peculiar paseo.

Muchas personas manifiestan que los suicidios se deben a causas sobrenaturales. Muchos hablan del sorprendente poder que tiene el bosque, para arrastrar hasta su alcance a las personas más débiles, y conducirlas hasta la muerte, para poder así alimentar los corazones de los demonios, llamados oni, que permanecen presos entre las ramas de “Aokigahara”. Desde hace 1200 años, la gente asegura haber visto espectros y los Oni rondando en el interior del bosque. Así de apariciones, también se manifiestan gritos en la oscuridad, extrañas desapariciones y voces siniestras que uno escucha, voces que incitan a que uno se suicide. Esa habladuría no parece descabellada, ya que, un sobreviviente manifestó haber visto a una bruja que, al mirarla, le produjo deseos de suicidio. Tuvo suerte de de que lo socorriera un amigo. Los espectros casi siempre son vistos a las 3am, de mujeres con mortajas, sin piernas o pies, pelo largo y negro, acompañada de dos esferas verde o azul. Ahora bien, les contaré dos sucesos aterradores documentados y verificados. El primero sucedió en 1968. Mitsunima Zigueru fue encontrado ahorcado en un árbol del bosque. Su cadáver fue llevado al centro de operaciones, especie de cámara mortuoria o almacén de cadáveres de los suicidas. Al día siguiente la sorpresa se hizo general al desaparecer su cadáver de allí y ser encontrado nuevamente colgado en el mismo árbol. Es por ello que desde entonces hay personas que son asignadas para pasar la noche en la sala con el cádaver y evitar su desaparición.

El más reciente suceso se dio a lo largo de tres noches en el 2014. Le sucedió a dos guardias que hacían vigilancia en un centro turístico aledaño al tenebroso bosque. Ayoama Keizuke y Ozora eran los vigilantes del turno noche. En el tercer día de trabajo de Keizuke, a eso de las 2am, ambos guardias escucharon un sollozo que provenía del bosque. Ambos guardias estaban desconcertados pero su desconcierto se convirtió en horror al escuchar que el sollozo se convirtió en un grito, un alarido. Se calmaron y llegaron a la conclusión de que fue un probable suicida. No se reportó nada. A la madrugada siguiente, los dos vigilantes estaban afuera del centro de vigilantes, fumándose un cigarro cuando observan que algo se mueve dentro del bosque y que es grande. Ven una especie de silueta humana en los árboles, cerca a ellos. Lo peor estaba por venir. Tras estar así, uno de ellos, Keizuke, ingresó a la cabina para cargar su celular y vio que la luz del interior de la cabina estaba prendida. Nadie ingresó a prender la luz. Keizuke mira y es allí cuando el terror se apoderó de él. En la ventana ve una cabeza y hombros de alguien que lo observa. La figura no tiene cara, no tiene cabello, tampoco orejas ni boca. En lugar de ojos, había dos huecos. El espectro desapareció entre la maleza. Keizuke pide auxilio y su compañero acude. Piensan que fue una ilusión óptica de un intruso. Deciden seguirle hacia el lugar donde pareció perderse. Ya en la espesura del bosque, escuchan un ruido a la derecha y Ozora se interna en la espesura mientras que Keizuke se queda inmóvil. Keizuke pide a gritos que Ozora regrese pero es allí cuando escucha unos pasos que se acercan adonde estaba él. Eran decenas de pisadas, las cuales Keisuke y Ozora escuchan. Parecía que hubieran varias personas allí pero no ven a nadie. De pronto, ambos guardias comienzan a huir, perseguidos por las pisadas. Tuvieron que haber visto algo pero nada. A la tercera noche, en la vigilancia, Ozora le dice a Keisuke que se va al baño, baño que estaba en la cantina. Keisuke se estaba fumando un cigarillo en el puesto de vigilancia cuando escucha que alguien está respirando trás él. Se voltea y ve a su compañero. Lo raro es que Ozora estaba serio. Keisuke le coge del brazo y estaba helado. Keisuke sale de allí, rumbo al baño. Ozora le sigue. Al llegar al baño, Keisuke descubre que la puerta estaba cerrada. Alguien grita desde adentro del baño. Era su compañero Ozora. En eso, una mano fría cae sobre el hombro de Keisuke. ÉL giró pero no había nadie. Algo se hizo pasar por su compañero y luego se desvaneció. Keisuke renunció después de eso. Ozora siguió desempeñándose como vigilante. Sin embargo, algo escabroso sucedió luego. Tiempo después, Ozora se volvió más errático. Comenzó a volverse descuidado, desganado. Parecía que su compartamiento se estaba deteriorando. Su cordura comenzaba a hacerse trizas. Pero la tragedia llegó. Ozora se apareció en una ocasión desnudo y con un arma y corrió hacie el bosque. Al día siguiente fue encontrado el cuerpo de Ozora con un disparo en la cabeza. Se había suicidado. Otra leyenda asegura que los espíritus y y fantasmas de los suicidas niegan la entrada al bosque. De hecho, se cuenta que las brújulas no funcionan en el interior del bosque.

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